LA JUSTICIA, LA IGUALDAD Y EL LIBERALISMO PARA CON LOS POBRES
La Iglesia busca un mundo en el que los pobres sean los primeros en su atención, pero, sin dejar de excluir a los ricos de ella, es decir, buscando la mejor forma en la que la sociedad sea justa y comprensible con todo individuo, sin importar raza condición política o social. Hay que tener en cuenta que para buscar un mundo mejor se debe tener a Cristo como centro, no acceder a fuerzas que no hagan sino perturbar el ambiente de paz.
Por eso vemos cómo en la sociedad actual se tiende en muchas ocasiones a pensar de una manera errónea, creyendo que solamente con la violencia y manifestaciones no muy pacificas se logra apaciguar o conseguir una solución a algo que afecta la vida social de una comunidad, de ninguna manera la violencia es Evangélica ni Cristiana y mucho menos se concibe a personas que son ministros de la viña del señor animar a la gente para que actué con violencia, no dándose cuenta que la Iglesia está buscando la paz.
En el documento de Golconda o rebeldía social de algunos sacerdotes, se nos muestra explícitamente como un grupo de Sacerdotes en comunión con un Obispo, se prestan para armar revoluciones que sólo traen violencia, es cierto que van en busca de un mundo más equitativo, social y justo para con los pobres, por eso, más exactamente aparece la famosa teología de la liberación que nos presenta un éxodo o salida de la miseria que experimentan los pobres por causa de injusticias sociales, Cristo también liberó al hombre de la esclavitud, del pecado, y, ¿por qué no liberar también a los pobres de su miseria?
La Iglesia ha tenido gran variedad de problemas, de controversias y de errores que ha cometido, pero en su defecto también ha buscado su santificación viviendo desde la caridad hasta su propia experiencia con Cristo, que lo experimentamos también en el más humilde, por eso, estos sacerdotes revolucionarios no quieren más que sacar a los pobres adelante, sienten una ambición, digámoslo así, por construir una mejor sociedad sin excluir a nadie por su condición de estado social. Pero a pesar de sus buenas iniciativas, hacer manifestaciones de revoluciones que lleven a la violencia no es correcto ya que no se está contribuyendo con la búsqueda de la paz y se está cayendo en el error de dejar al Iglesia en bocas de otros como la revolucionaria y no como la Santa.
Lo cierto es que los sacerdotes revolucionarios estaban viendo la realidad que vivía el mundo en cuanto a la marginación de los pobres, cosa que todavía nuestro mundo actual está viviendo, y es una gran tarea para nuestra obra evangelizadora, no armándonos como lo hicieron algunos personajes de estos grupos rebeldes, sino, trayéndoles a Cristo en el mensaje de la palabra, como nos muestra la teología de la liberación que no excluye de ninguna manera la palabra de Dios, al contrario, la lee a partir de la fe de la Iglesia, la profundiza y descubre en ella a un Dios liberador que desea el derecho y la justicia, que defiende al pobre y rechaza la hipocresía.